La más odiada 2

von: Nico Quindt

Nico Quindt, 2018

ISBN: 9789874268433 , 120 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: Wasserzeichen

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Preis: 0,99 EUR

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La más odiada 2


 

2


No necesito la compasión de nadie



Liam apareció en mi puerta. Tenía el rostro entumecido y los ojos vidriados y enrojecidos. Ok, les informo que con la muerte de un ser querido no viene un cupón de compasión hacia los idiotas, si pretendía que llorásemos abrazados, este muchacho no entendió nada aún.
—No acostumbramos a contratar personal de limpieza aquí —dije al abrir la puerta y verlo.
—Nuestros padres han muerto, hemos quedado solos —expresó con voz lastimosa.
—Sí, sí… el único requisito para morirse es estar vivo, creo que mi padre y tu madre cumplían a la perfección con esa condición…
—Quería saber si estabas bien, si necesitabas algo…
—Lo único que necesito es una sudadera de los Lakers, una gorra grande estilo rap y unos anillos y collares de oro...
—¿Para qué necesitas todo eso?
—Para asistir al velorio de mi padre… todos insisten en que tengo que ir vestida de negro…
—No puedes… ¿acaso nunca dejas de bromear?
—¿Acaso puedo dejar de ser hermosa? ¿Acaso puedo despertar una mañana y tener la piel reseca? ¿Acaso crees que es fácil? ¿Crees que no me gustaría levantarme una mañana y sentirme fea? Lo he intentado, pero no puedo…
—Eres realmente increíble…
—Ya te dije que lo sé… —cerré la puerta en su cara, no tenía por qué soportarlo.
—¡Mi hermana quiere verte! —Gritó. Hubiera comenzado por ahí.
Abrí la puerta nuevamente.
—Tráela, es mejor que la apestosa pase tiempo conmigo y no contigo que eres un cavernícola infeliz —expresé con rigidez— además necesito que alguien ordene mi cuarto y planche mi ropa.

Mi padre y Maddison iban juntos en el auto cuando sucedió el accidente en que ambos fallecieron, pero eso no me emparentaba con este idiota. En un primer momento había pensado en no ofrecer un velorio para mi padre, pero no quería perderme uno de los pocos momentos en que la gente al menos una vez en su vida no se vestía usando colores ridículos.


*

La mirada de Jessica era muy sensual, aunque me costara admitirlo, era una perra buena en ser una perra. Estaba aguardándolo fuera de la casa.
—Hola ¿se acuerda de mí? —Dijo Jessica.
—Sí, claro tú eres Jessica, fuiste mi alumna… —respondió Liam con tono seductor.
—Aunque hubiera querido ser algo más de un profesor tan guapo…
Liam sonrió. Fue una sonrisa algo forzada, no podía dejar de pensar en su madre.
—En realidad ahora que no eres mi alumna es cuando podemos ser “algo más” —añadió él.
—¿Qué tienes planeado? —Consultó la chica.
—No lo sé… podríamos entrar a mi casa… necesito primero comprar algo para mi hermana pequeña —el muchacho acarició los cabellos de Jessica.
—Me encantaría conocer tu casa… —respondió ella apoyando su mano en el pecho de él.
Luego de comprar algunos artículos que Gwen requería para la escuela, ambos ingresaron a la casa de Liam. Él le entregó las cosas a la niña y le ordenó que se quedara en su habitación. Jessica dejó su cartera meticulosamente colocada sobre una mesa ratona.
—¿Tienes algo de beber? —Preguntó la muchacha cada vez más provocativa.
—Te refieres a un refresco… —mencionó Liam con todas las intenciones de oír un no rotundo.
—¡Qué aburrido! Si quieres que me ponga hot deberás darme algo más que un refresco…
—Voy a meterme en problemas si te doy alcohol —sonrió Liam.
—Qué bueno porque me encantan los problemas… —Jessica comenzó a desabotonarse la blusa. A Liam se le subió la temperatura corporal. Enseguida trajo algunas cervezas.
—Me gusta que me den de beber en la boca… —Dijo Jessica llevándose los dedos a los labios. El muchacho perdió el control por completo, tomó un vaso, lo llenó de cerveza y le dio de beber en la boca a Jessica.
—Claramente soy una chica mala…
Liam se abalanzó sobre ella.
—Espera, quiero que tú me quites el uniforme y me ates a la cama con él.
El joven obedeció. Comenzó a quitarle suavemente el uniforme escolar y con mucho cuidado de no lastimarla la ató a la cama como ella le había sugerido. Una vez atada, comenzó a besarla por todo el cuerpo, mientras continuaba dándole tragos de cerveza que ella bebía con ansias.
—Desvístete, te quiero desnudo y quiero que me recorras el cuerpo a besos —exigió Jessica.
Liam sonrió y accedió al pedido de la joven. Luego se subió sobre ella y comenzó a desvestirse. Intentó quitarle la ropa interior, pero ella se negó.
—No podemos hacer esto, usted es mi profesor y yo estoy algo borracha… —se arrepintió la chica.
—Ya lo estamos haciendo… —remarcó él.
—No, no quiero seguir… por favor desátame…
—¿Acaso estás loca o solo eres una niña estúpida y caprichosa?
Liam desató a Jessica, juntó las prendas del uniforme escolar de la joven y las tiró en la acera.
—Vete a vestir a la calle. No te quiero dentro de mi casa.

Jessica recogió su cartera y salió en prendas menores a la calle. Se vistió y enseguida cogió su móvil y me llamó.


*

Estaba aguardando a que Liam saliera de su casa. Los autos pasaban y no dejaban de tocar sus bocinas. «Sí, lo sé perdedores, soy mucho para ustedes, ya paren con esas bocinas».
—Infeliz —lo llamé.
—¿Qué quieres ahora? —Me respondió mientras Gwen corría hacia mí.
—Tengo este video donde tú estás dándole de beber alcohol en la boca a una menor —dije esgrimiendo una sonrisa triunfadora.

Liam se me acercó y tomó la cámara GoPro entre sus dedos. Evidentemente era Jessica.
—Hola sarnosa ¿cómo estás? —Le dije a la pequeña.
—Hola Sophia, estoy muy triste ¿y tú?
—Me dijo que le gustaba que le dieran de beber en la boca… —interrumpió Liam sujetando la ira delante de su hermana.
—¿Y eso es lo que le dirás al Juez? Si es así, mejor entrégate y firma tu sentencia… —me agaché para hablar con la niña rata— te daré mi número de teléfono, pero no se lo des a tu hermano ni a nadie, solo es para ti.
—No se lo daré a nadie —aseguró Gwen.
—No puedes hacerme esto…
—Oh dear… claro que puedo y de hecho lo estoy haciendo…

Bueno regresemos a lo que no les he contado de cómo obtuve el video…


El día anterior

Jessica me llamó aparte en el patio. Caminamos unos metros y nos detuvimos.
—Quiero una tregua —demandó.
—Piérdete infeliz.
—Escucha lo que tengo para decirte.
—Tregua ¿para qué? —Le pregunté al ver que insistía. Realmente se me había ocurrido cómo sacar ventaja de esa tregua ni bien lo mencionó, pero nunca acepto una palabra si la persona no insiste con ello, me dice que algo no es lo suficientemente deseado o que no tiene la suficiente convicción en ello sino es capaz de insistir al menos una vez al respecto. Por eso mi primera respuesta siempre varía entre: ¡Lárgate idiota!, ¡Fuera de mi vista perdedor! O ¡Piérdete infeliz!
—Para vengarme de Gastón, él me dejó por ti y me humilló, y aun no me lo he cobrado, quiero que te mantengas alejada y que no interfieras. Eres una chica y debes ponerte del lado de una chica en estos casos, no podemos permitir como mujeres que los hombres nos traten así.
—Ok, me mantendré al margen… pero si este llega a ser un truco de los tuyos, juro que no tendré piedad… aunque por otro lado nunca tengo piedad así que supongo que la amenaza no tiene mucho sentido…
—No es ningún truco… —aseguró.
—Está bien, haremos una tregua, pero antes necesito un favor tuyo… —le reclamé mirando que mis uñas esmaltadas conservaran los dibujos.
—¿Qué necesitas?
—Necesito que seduzcas a alguien, pero las imágenes tienen que mostrarlo a él instigándote a consumir alcohol, tienes que hacer que él te ate a la cama, que él te quite ropa, que él te dé de beber en la boca… y necesito que bebas lo suficiente como para que salga en el análisis que haremos ni bien termines de estar con...