Estudios literarios

Estudios literarios

von: Manuel García Morente

Ediciones Encuentro, 2021

ISBN: 9788413393957 , 148 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: DRM

Mac OSX,Windows PC für alle DRM-fähigen eReader Apple iPad, Android Tablet PC's Apple iPod touch, iPhone und Android Smartphones

Preis: 9,99 EUR

eBook anfordern eBook anfordern

Mehr zum Inhalt

Estudios literarios


 

Prólogo

Bajo el título Estudios literarios el lector encontrará agrupados en este volumen los distintos escritos de temática literaria de D. Manuel García Morente. Se han reunido todos los que escribió, excepto dos, dos cortos prólogos que son más bien noticia de la publicación, o un breve comentario a ésta1. Todos los textos que aquí aparecen fueron publicados entre 1910 y 1932, pero su ordenamiento no responde a un criterio cronológico según su fecha de aparición, que hubiera sido lo más fácil, sino al criterio personal del editor, y responden a conferencias —posteriormente publicadas—, artículos en revistas y periódicos, así como a introducciones a distintas traducciones de obras literarias hechas por García Morente del francés y el alemán, lenguas que conocía muy bien por haber hecho sus estudios escolares y de bachillerato en Francia, así como los de licenciatura en la Universidad de la Sorbona, y los posteriores para el doctorado en las universidades de Múnich, Berlín y Marburgo2.

Como el lector podrá observar, la cultura literaria de García Morente es muy amplia, así como profundo su interés por cuestiones filosóficas planteadas por distintos escritores y movimientos literarios, especialmente por el Romanticismo francés y alemán. De hecho, esta edición podría haberse titulado Escritos sobre el Romanticismo literario, si no fuera porque se abordan también otros movimientos y otros escritores que no son románticos sensu stricto, pero que de una u otra forma resultan vinculados a él. Esta mirada filosófica sobre la literatura, muy directamente relacionada con la Estética de Kant3 de un lado, y con filosofía de Bergson y la fenomenología del otro, lleva a García Morente, sin abandonar su objeto de estudio ni la unidad de éste, a trascender el marco del historicismo positivista dominante en los estudios literarios desde el nacimiento de la filología en el XIX hasta mediados del siglo pasado, así como el psicologismo, corriente de pensamiento que se había unido a la anterior en los ámbitos estético y específicamente literario.

Tres grandes ejes temáticos aglutinan estas páginas. El primero es la antinomia o el dualismo espíritu-materia, razón-naturaleza. El segundo pide la reivindicación de ésta en su doble vertiente exterior e interior, mundo creado e impulsos de la subjetividad. El tercero resalta la acción y potencia creadoras individuales frente al colectivismo.

El dualismo razón-naturaleza está en el centro del clasicismo francés, señala García Morente, del que la naturaleza queda expulsada, o no es sino materia para ser modelada por la fuerza y la luz de la razón. El racionalismo constituye, así, el núcleo mismo del clasicismo. Y ello no sólo en el ámbito literario y retórico, sino también en los del pensamiento, la justicia, la política y la estética, con unas normas, unas reglas y un canon de belleza ideal. Este ideal racionalista domina, al decir de Morente, los siglos XVI, XVII y XVIII, pero su producto más acabado es la literatura francesa del siglo XVII.

En lo que atañe a la relación entre los siglos XVI y XVII en Francia, en los que García Morente observa una continuación ideal, siendo así la literatura de este último siglo la culminación del anterior, la cuestión es discutible. Desde luego, la segunda mitad del siglo XVII —y no el Renacimiento— conlleva en Francia la liquidación del mundo medieval y de la moral noble o heroica, pero opera también la liquidación apresurada del Renacimiento —fenómeno único en Europa que sólo se produjo en Francia—, por razones políticas, religiosas y lingüísticas, esto es, de aquellas cuestiones centrales que afectaban a la identidad nacional que se fragua en estos momentos. Ello no desdice del racionalismo como esencia del clasicismo que observa García Morente, pero sí cuestiona la relación entre estos dos movimientos de tanta importancia para comprender la cultura y la sensibilidad occidentales.

Algo análogo ocurre con la relación clasicismo-barroco en Francia, que gira en torno a las nociones de equilibrio y estabilidad de un lado, y de movimiento discontinuo e inestabilidad del otro. Durante mucho tiempo la crítica ha expulsado de la literatura clásica francesa las tendencias barrocas, consideradas como procedentes de Italia y de España y, por lo tanto, ajenas a la identidad francesa. Ha habido que esperar a las conferencias de Eugenio d’Ors en la Sorbona sobre este asunto y a distintos trabajos sobre la época barroca realizados después, para poder apreciar hasta qué punto la literatura clásica francesa está preñada de elementos barrocos. La misma tensión entre el equilibrio de la razón y sus desequilbrios responde a este proceso, así como la dificultad para poder diferenciar racionalmente la realidad de sus falsas apariencias, la verdad del error y sus apariencias engañosas.

El dualismo razón-naturaleza señalado por García Morente, se acentúa si se considera la doctrina jansenista dominante en la época, la cual nos muestra una naturaleza humana irremisiblemente degradada, presa y en proa a una nada constitutiva. La naturaleza, «que no es sino la voz de nuestro interés» (La Rochefoucauld), no engendra naturalmente otros movimientos que los de violencia, crueldad y dolor infligido al otro. Ello entraña por parte de los escritores jansenistas un adentramiento en las profundidades de la subjetividad humana para sacar a la luz, esto es, para ser conocido racionalmente, ese magma de interés y violencia disfrazado de virtud que, según su modo de ver, constituye el fondo de nuestra naturaleza, y esto hasta el punto de adelantarse varios siglos al descubrimiento del inconsciente. Sin embargo, este mismo proceso de introspección, que es la marca de la modernidad, dará lugar al nacimiento de la novela moderna, en la que por primera vez en la narrativa los movimientos internos de la subjetividad pasan a constituir materia narrativa4. Es preciso, pues, una razón que controle, corrija y embellezca los impulsos de una naturaleza corrompida en el origen, así como los estragos que causa.

La recuperación de esta última, su reivindicación como fuente de vida, al igual que la continua búsqueda de una unión entre lo ideal —razón— y lo natural se produce en el siglo XIX con el Romanticismo. En él, el hombre corre en pos de un absoluto que se escapa sin cesar. Los hombres formamos una sola y misma cosa con la naturaleza; estamos insertos en sus misterios, sus enigmas, sus correspondencias profundas, que son también las que se producen en nuestro abismo interior, que se manifiesta en lo espontáneo y natural, en lo originario y primitivo, en lo onírico, en lo que surge directamente de las entrañas de la individualidad. El yo profundo, lo íntimo y subjetivo adquiere, así, un valor eminentemente positivo. Como consecuencia de ello surge en Francia una poesía lírica inexistente hasta entonces, sometida durante el siglo XVIII a la tiranía de las reglas del neoclasicismo. Tal vez fuese más exacto hablar de una poesía lírica en verso, pues los «movimientos líricos del alma» (Baudelaire), más emparentados con los sentimientos, la ensoñación y los movimientos internos de la subjetividad que con la frialdad racionalista, no habían desaparecido, sino que habían encontrado refugio y acogida en la prosa (en la de un Chateaubriand, un Senancour, Mme. de Staël, etc., lo que será determinante para el desarrollo del poema en prosa y las categorías del lirismo contemporáneo). García Morente examinará el tratamiento en Francia de la poesía lírica en verso, con sus distintos movimientos (Parnaso, Simbolismo), durante el siglo XIX hasta la entrada del siglo XX.

Por su parte, el cosmos y la historia dejan de estar regidos por una inteligencia superior (romanticismo de la muerte de Dios) trascendente o heterónoma al hombre, para afirmar su inmanencia; en los fenómenos mismos se encuentra la propia razón de ser de las leyes del universo, que ya no es percibido como el cosmos armónico de los Antiguos, sino como caos. La historia, a su vez, es algo que hacemos los hombres, producto de nuestras relaciones, pactos y acuerdos, en completa autonomía. Y el Derecho que genera no tiene como fundamento ningún presupuesto natural, sino puramente positivo, fruto únicamente de nuestra acción creadora —económica, técnica, política, cultural—.

En este marco conceptual, así como en el de la intuición de una vida en su eterno movimiento, sus cambiantes formas, sus continuas metamorfosis producto de una savia siempre joven, se encuadran los distintos escritos de García Morente sobre Goethe y Schiller que el lector puede encontrar en las páginas que siguen, en las que tienen especial interés, sin menoscabo de ninguna otra, las dedicadas a Goethe y Spinoza, de quien aquél toma, además del sentimiento de la naturaleza, un ideal ético de libertad, dominio de las pasiones y esfuerzo individual por superar la mediocridad.

Frente a ello se alzan los ideales del colectivismo contemporáneo —el tercer gran eje por el que discurren estas páginas—.

Como ya se ha señalado, el alma romántica está siempre insatisfecha, siempre a la búsqueda. El ideal romántico del hombre, señala García Morente, es individualista: hacer un arte de sí mismo, de la propia vida personal, elevándose por encima de sí. Se trata de afirmar la propia originalidad —tanto para los individuos como para los pueblos—, de su ser único y diferencial, mediante una acción entendida como energía creadora que llena el mundo de...